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Leonora Carrington

o el misterio inagotable

“Esta es la casa de la Esfinge”

Edward James

 

 

Con estas palabras, colocadas a la entrada de la casa de Leonora Carrington, el mecenas Edward James anuncia el carácter enigmático, mágico, de la obra de su amiga artista. Por su parte, el escritor mexicano Carlos Fuentes la llamó ‘sortilegio irónico’ en uno de sus textos. Parecen descripciones adecuadas del mundo de una artista que pobló su universo creativo de seres fantásticos, a menudo medio camino entre animal y humano. Estos híbridos habitan paisajes cargados de un simbolismo vasto, que va de lo personal a lo cósmico, alimentado por la lectura voraz de las mitologías del mundo, la alquimia y el gnosticismo.

 

Para algunos espectadores, el interés en estos temas puede parecer caprichoso, una fantasía innecesaria y sin sentido. Pero no se trata de escapismo, sino de una forma distinta de comprender la realidad. Leonora lo explica así: ’cuándo uno belleza y fealdad, realidad y fantasía, horror y alegría, no represento sino lo que somos, lo que no nos atrevemos a asumir porque nos da miedo. Es más fácil y menos doloroso tomar conciencia de lo exterior, de la fachada, de los objetos concretos que nos tranquilizan, porque supuestamente son los poseedores de la realidad’. Así, Carrington destruye la idea de que la realidad es el mundo exterior, la fachada, y propone que lo real abarca la experiencia humana en todas sus posibilidades y contradicciones. Su obra encarna este deseo de acceder a una realidad más plena. Sus seres híbridos son el resultado: aspectos del mundo que se fusionan en figuras que  reúnen significados múltiples.

Los museos dedicados a Leonora Carrington en San Luis Potosí  y Xilitla contienen una muestra del universo creativo de Carrington. Contienen escultura en bronce, litografía, y objetos personales que demuestran la gran variedad de fuentes de inspiración en la obra de Carrington. Cada pieza es una amalgama de varias tradiciones. La más significativa es, sin duda, la mitología celta, que la artista siente como propia por ser heredera de la tradición irlandesa por vía materna. De ahí, Carrington toma sus motivos recurrentes: los espirales, la yegua Epona, el pueblo del Sidhe. Sin embargo, la obra tiene orígenes múltiples en un sinnúmero de tradiciones: las mitologías egipcia, fenicia, maya, griega; el psicoanálisis, el gnosticismo, la alquimia, la literatura inglesa y la cábala por mencionar solamente algunas. El simbolismo de todas ellas nutre la obra de la artista.

 

La obra de Carrington puede entenderse como una permanente búsqueda de autoconocimiento. De allí la multiplicidad de sus orígenes. Todas sus fuentes son vistas como puertas hacia otras formas de comprender el mundo. Me parece que, al amalgamarlas, Carrington buscaba crear puentes entre distintas formas de conocimiento. Alguna vez, la artista dijo ‘todo está conectado con algo más (…) y lo que me interesa es aquello que produce la conexión’. Los griegos usaban la palabra sympatheia para referirse a esta interdependencia fundamental entre todas las cosas, el equilibrio profundo del universo. Entre los estoicos, esta palabra tenía un sentido cósmico, que implicaba que el cambio en una parte del mundo podía tener un efecto sobre otra, aparentemente lejana, restableciendo el equilibrio del todo. Esta visión holística del mundo es fundamental en la obra de Carrington.

 

Su adopción del psicoanálisis Jungiano, de las mitologías de alrededor del mundo, y de las tradiciones ocultistas resuena con su rechazo del utilitario (como diría Octavio Paz, la visión del mundo en la que ‘todos somos un para…’) y que nos lleva a trastocar la relación con nuestro planeta y los seres que la habitan. La relevancia de la visión holística de Carrington es evidente en la actualidad, cuando vemos los efectos que el utilitarismo industrial ha tenido sobre nuestro planeta.

 

 

Carrington fue una rebelde. Se enfrentó a la visión moralista de su familia victoriana, al machismo surrealista que la veía como musa y no como artista, al encierro en un hospital psiquiátrico. En cada ocasión, supo liberarse. Sin embargo, esta rebeldía no se agota en una visión meramente individualista. Carrington plantea que lo personal es indisociable de lo político. Coincide con la visión surrealista planteada por Breton, la cual comprende que la liberación del individuo es una condición necesaria para la emancipación social, que una sociedad libre debe estar formada por individuos libres. Así, nos damos cuenta que la herencia de un artista no debe comprenderse como una serie de objetos (bronce, papel o lienzo), sino como el planteamiento de un universo de ideas que nos permiten transformar nuestra realidad y, si así lo decidimos, a la sociedad a la que pertenecemos.

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